¿Seré la única de la generación X que está esperando a que caiga el meteorito? ¡No creo! Sinceramente, pienso que somos demasiados (bueno, unos cuantos), los que estamos esperando a que caiga el pedrolo para poder seguir teniendo una vida medianamente normal. ¿Qué querrán decirnos estos señores del inframundo cibernáutico cuando nos hablan de una cuenta que no existe o que iniciemos sesión con otra? ¡Mari, de verdad! ¡Me iría ahora mismo donde tú estás para no tener que soportar tanta mediocridad burocrática! Sé que si tú estuvieras aquí, estarías tan quemada y cabreada como yo. Sigue habiendo cosas maravillosas en esta vida, como el calor que desprende el sol entre las ramas de los árboles del parque cuando amanece; o como la sonrisa de esa señorita de ojos verdes que dejaste atrás cuando decidiste tu destino. Ese día, esta señorita no sabía que se estaba enfrentando al momento último que marcaría su vida por el resto de sus días. Mari, te fuiste y no volviste. Y la señorita quedó rota ante un ataúd acristalado entre las ventanas de un coche de la funeraria de turno. Algo en mí me dice que entre nosotras hubo algo que nunca pudo entender nuestra señorita, Ella piensa que es la única que te echa de menos, pero yo ahora mismo te estoy llorando como hace 13 años.
Querida, hoy no he empezado a escribir porque necesitara sacar de mí todo esto que me atormenta (sabes que hay mucho más). Me he puesto a escribir porque mi cuerpo no sabe ni conoce otra manera de evacuar la mierda que todos vamos acumulando sin querer día a día. Bueno, el caso es que he empezado a escribir porque todavía no he he encontrado (aparte de Olga, David, Laia, ... poc més) a esas personas con las que puedas hablar (en subjuntivo) de esta etapa conjuntiva. Mari, tú estabas y ahora ya no. Ni de coña te lo estoy reprochando, ¡Faltaría más! A lo que me refiero es al hecho de que antes, hace mil años, podía enviarte un SMS y decirte que me estaba volviendo loca; que mis pensamientos no me dejaban ni cagar. Tú siempre estabas ahí porque tu personalidad y tu profesión así te lo indicaban. Mari, hago lo que puedo. Sé que no estoy cuidando de nuestra chica de ojos verdes, pero sabes que durante los últimos años ha sido imposible para mí pensar en otra cosa que no fuera la mierda que estaba colapsando cada uno de mis días. Esto sonará a humo negro, que lo es, pero agradezco infinitamente que no hayas presenciado tanto dolor en este cuerpo serrano. No te merecías la herrumbre que todos dejábamos sobre ti sin darnos cuenta. Eras nuestra madre, nuestra amiga, la vecina, nuestra hermana, nuestra prima...
Te echo de menos.