Estoy deseando llevar al aula algunas de las actividades que
se nos han propuesto a lo largo del trimestre. Por ejemplo, antes de cursar
esta asignatura era, sin saberlo, una forofa de las constelaciones: no sabía
que esa técnica de conectar las referencias a través de un hilo común y de
sumergirse en inter- e hipotextos tuviera nombre, pero me resulta fascinante.
Es una técnica inigualable para ensanchar horizontes y naufragar en un mar de
referencias de manera casi lúdica. También tengo intención de sacar partido en
mis clases a los portales de autoras de la Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes, una propuesta que no se me había ocurrido antes de manera tan nítida
como después de haberle prestado esta atención. Por otro lado, si tenía claro
que la cuentística popular iba a tener un peso específico en mis clases, tras
el viaje interestelar por El gato con
botas ese propósito se ha robustecido. Por fin, las autobiobibliografías,
con las que me he familiarizado recientemente, son otro de los grandes
descubrimientos que llevaré a la práctica.
Por otro lado, he de decir que el reencuentro con la
escritura creativa que han propiciado algunas de las actividades propuestas y
que por mi parte es siempre bienvenido, me ha hecho revalorizar una práctica
que tenía un tanto abandonada y que tengo intención de alimentar entre mi
alumnado.
Creo que mi precaria competencia digital se ha disparado
vertiginosamente en los últimos meses gracias a las actividades propuestas.
Reconozco que me he sacudido algunos prejuicios. Tenía reticencias hacia
algunos recursos digitales que ahora veo que pueden ser de enorme provecho
didáctico: los MOOC y las videorreseñas son dos ejemplos.
Por otro lado, he afianzado conocimientos sobre muy diversos
autores y conceptos a raíz de la realización concienzuda de las prácticas
propuestas. He aprendido mucho volviendo a Clara Janés y adentrándome en el
blog de Pedro C. Cerrillo Torremocha, par de manantiales de sabiduría. Salí de
una clase con una lista interminable de cómics pendientes que sacaré de la
biblioteca en cuanto reabra, y agradezco aquel campanillazo, porque me ha
abierto un sugerente itinerario lector y eso no tiene precio. He disfrutado
también de la inmersión en la literatura popular y de la manera en que hemos
consolidado algunas nociones relativas a ella.
Ni qué decir tiene que he aprendido mucho, muchísimo, sobre
gatos.
En el transcurso de las videollamadas, se han puesto sobre
la mesa reflexiones que me han hecho meditar y debatir, como aquella sobre la
alta cultura y la cultura de masas, y el vivir de espaldas a la realidad
cultural que nos rodea. En fin, si tengo que elegir una de las meditaciones
alentadas durante las clases, creo que la guinda del pastel fue aquella
pregunta retórica: “universidad inteligente: ¿oxímoron o tautología?”
No puedo sustraerme de las circunstancias en que hemos
cursado la asignatura, a la tan precipitada como encomiable adaptación a la
docencia virtual. Esta vivencia me ha alentado a aferrarme más si cabe a la
preferencia por la enseñanza presencial. La socialización y la humanidad, sólo
posibles si hay contacto entre personas, son una parte irrenunciable en los
procesos de aprendizaje.
Una vez más, la literatura y la vida, en estas circunstancias,
reverdecen entrelazadas: “Que por mayo era, por mayo…”.
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