Año de nuestro señor 2030 y la casa sin barrer. ¿Qué ha sido del aula tradicional? No
sé, vino un virus y nos la arrebató. Ahora todos somos expertos en competencia
digital. Que eso está muy bien, oye. Pero, ¿dónde están los niños? ¿Qué ha sido
de sus escasos silencios mientras yo les daba la chapa? Ahora hablo con ellos a
través de una pantalla fría, a veces pixelada. Igual tendría que pensar en
formatear el portátil.
Llegar hasta esta competencia digital me ha costado sudor y
lágrimas. ¿Te acuerdas de cuando embrujabas a los ordenadores? ¡Cómo no! Era bastante
competente como bruja, pero poco más. Ahora incluso diseño páginas web. Y he
conseguido que mis alumnos no escriban el cuerpo del mensaje en el asunto.
¡Toda una hazaña! Sus padres estaban hechos de otra pasta. Su interés por
aprender a manejar las nuevas tecnologías se limitaba a sus propios intereses,
cosa bastante normal. Eran genios en Instagram, TikTok y algunas más que no
recuerdo. Sin embargo, no sabían qué era eso de mandar un archivo adjunto al
profesor con los deberes de la semana. Sin duda se debía a que eso no formaba
parte de sus intereses. Estos niños, sin embargo, han nacido con un byte bajo el brazo y nos dan a todos
unas cuantas vueltas. Aunque… ¡echo tanto de menos el jaleo del aula!
Un día a la semana puedo interactuar con algunos de ellos
sin una pantalla de por medio. Nunca son los mismos y no sé cómo se relacionan
entre ellos. La chispa del aula se ha perdido. El trasto de cada clase se queda
sin secuaces para llevar a cabo sus trastadas y eso me llena de tristeza. El
que siempre está hablando con los compañeros que tiene a su alrededor se ha
quedado sin tertulianos. Ahora, eso sí, todos aquellos que siempre han sido
marginados viven felices sin un abusón que les mangonee constantemente. Siempre
podemos sacar algo positivo.
Pero, ¡echo tanto de menos el jaleo del aula!
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