Quedé embelesada por el Shahnameh de Ferdousí y naturalmente quise saber quién era la persona que firmaba la traducción, es decir, quién –junto con José Cutillas, que me invitó a leerlo– había hecho posible que yo pudiera disfrutar de esa joya de la literatura universal de la que muy poco antes no tenía noticia: fue entonces cuando descubrí a Clara Janés, la trujamana que me abrió las puertas a la gran epopeya persa. ¡Cuán agradecida le estoy por haberse volcado en esta tarea!
Bajorrelieve en el que se representa a Sohrab y Rostam en una de las escenas más famosas del Shahnameh. Se encuentra en la tumba de Ferdousí, en Tus.
En su última novela, el Nobel turco entrelaza la historia de Edipo y Layo con la de Sohrab y Rostam.
Así, conocí a Clara Janés (Barcelona, 1940) antes como traductora que como poeta. Pero es esta segunda faceta la que se explora con mayor profundidad en la página de autor que le dedica la Cervantes Virtual, sin dejar de hacer una cala en las otras: además de poeta y traductora, Clara Janés es novelista, dramaturga, ensayista y académica de la lengua.
En este caso, salvo la fotografía de la autora que preside la casapuerta, y su mirar sereno, que lo corona a modo de dintel, el portal no incluye imágenes, ni vídeos, ni galería fotográfica. Pero nada de eso se echa en falta cuando es Ángel L. Prieto de Paula quien escribe la semblanza crítica de la autora.
La elegancia y la exactitud de las seis líneas con que la presenta y el verso de la autora escogido como botón de muestra en la página de inicio (“Dile al pájaro que sólo hay árboles en mi corazón”) son una invitación irresistible a sumergirse en sus versos.
Además de la breve semblanza crítica –igualmente sugerente, impecable y sutil– en la que se recorre la andadura poética de Clara Janés, el portal incluye un artículo titulado “La inquietante sabiduría de Clara Janés”, que puede ser de gran ayuda para adentrarse en su obra, una selección de poemas y un apartado de bibliografía de y sobre la autora en el que quizá se eche de menos la recopilación de las obras que ha traducido, ya que sólo con echarles un vistazo, se expanden los horizontes culturales y literarios.
Este portal es, pues, una herramienta excelente para dar a conocer al alumnado a la autora.
Yo recomendaría a los alumnos que leyeran la semblanza y el artículo para que entraran en contacto con la poesía y el mundo de referencias de la autora y les sugeriría además que indagaran qué obras ha traducido, ya que se trata de una oportunidad única, como decía, para ensanchar horizontes culturales y descubrir a poetas con los que quizá tarden mucho en volver a toparse.
Seleccionaría algunos poemas e invitaría a los alumnos, en primer lugar, a recrearse en cada palabra, en cada verso. Los poemas de Creciente fértil (1989), son según John C. Wilcox, “la visión más liberada del deseo femenino en la poesía española”. Este es un tema recurrente en la poesía contemporánea escrita por mujeres, que contrasta con el papel más pasivo que se les ha atribuido secularmente en parte de la tradición literaria amatoria. Se propone un recorrido por la poesía erótica y de tema amatorio a lo largo de los siglos, desde el desenfado y la naturalidad con que se expresa el deseo femenino en la lírica de corte tradicional (jarchas, cantigas de amigo, lírica tradicional castellana) y en el Cantar de los cantares, hasta los recientes versos de escritoras como Juana de Ibarbourou, Gioconda Belli o Clara Janés.
Se puede disfrutar de los dos poemas de Creciente fértil recogidos en la selección de textos sin conocer las referencias culturales con las que juega, pero el goce estético cobrará una nueva dimensión si se las reconoce. Además, sería una lástima tener abiertas las puertas del palacio real de Korsabad y pasar de largo…
La referencia necesaria para entender mejor “En recuerdo de Urpalla galanteo tu boca”, se la ofrecería yo, que también he tenido que buscarla:
“En el relieve rupestre de Ivriz (hoy en el Museo Arqueológico de Estambul), del que se ha dicho es un ejemplo temprano del Arte Frigio, vemos al dios Sandas llevando en sus manos un sarmiento de vid cargado de uvas y un manojo de espinas de trigo; delante de él el rey Urpalla, de pie con las manos alzadas en ademán de devoción; el carácter alegórico es evidente, el dios de la vegetación otorgando a los hombres los frutos de la tierra, o quizás el dios Sandas haciendo partícipe al rey de Tyana de aquellos frutos capaces de otorgar la vida eterna, la inmortalidad”.
Pero sobre el palacio asirio de Korsabad, que aparece en “Mira mi pie que ondea acercándose a tus labios”, les pediría que indagaran ellos, para que se deslumbraran con la belleza y la majestuosidad del lugar, y para que el impacto de la actividad siguiente fuera mayor: después de compartir la información y las imágenes recabadas, leeríamos en clase una noticia publicada en el diario Público hace cinco años: “El Estado Islámico destruye la antigua ciudad iraquí de Dur Sharrukin”. Korsabad fuit. El lugar que inspiró estos versos de celebración de la vida y el arte ya no existe más. El ser humano lo erigió; el ser humano lo aniquiló.
Finalmente, otros poemas idóneos para, además de disfrutar de la palabra, invitar a los alumnos a adentrarse en otros imaginarios, son los protagonizados por Leila y Majnún, en los que recrea los postreros momentos de vida de Leila (“Layla, al presentir su fin, ve ante sus ojos la primera mirada de Machnún” y “En sus últimos momentos reconoce Layla que el amor es Mihrab del más allá”, del Diván del ópalo de fuego, 1996). Seguro que este amor de leyenda les remite inmediatamente a otro muy familiar…
Arte popular azerí inspirado en la historia de Leila y Majnún
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